Habría tres tipos de respuesta: morfológica, ecológica y social, pero las explicaciones se entrelazan porque evolucionan en conjunto.
En primer lugar, la relación ancho/alto del ojo sería mayor en aquellas especies que se desplazan por el suelo en lugares abiertos, dada la necesidad de extender el campo visual para ver el paisaje en horizontal, mientras que las especies arbóreas requieren más verticalidad. Se ha visto que la morfología del ojo está relacionada con el tamaño de grupo y la proporción del neocortex, que ejerce funciones de control espacial y del lenguaje, entre otras. En grupos más grandes es necesario un mayor «escaneo ocular» para controlar las interacciones sociales, y sin duda supone un ahorro energético el poder hacer esto sin necesidad de mover constantemente la cabeza. También el gesto es más disimulado con lo que permite espiar un posible comportamiento agonístico, o una mirada amenazadora y evitar el contacto. Pero no todas las miradas son perjudiciales.
Se cree que la aparición del blanco del ojo puede haber evolucionado para agilizar y facilitar una comunicación silenciosa entre congéneres. Al aplanarse la cara se irían perdiendo otras señales relacionadas con el hocico, por lo que se dependería más de los ojos. En una interacción a corto alcance entre grupos cooperantes se haría necesario reconocer la dirección de la mirada de un individuo con el fin de señalizar. Por el contrario, se pierde la capacidad de camuflaje de los ojos de los primates no-humanos.
Experimentos con bebés han mostrado que basta un movimiento de ojos para que vuelvan la cabeza en una dirección concreta mientras que para los primates es más relevante el movimiento de la cabeza. Además, para los bebés humanos el contraste entre la esclerótica blanca y el iris juega un papel importante en el reconocimiento facial de los adultos.
Referencias
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Doctoranda en Biología, editora y escritora cuando la vida me deja. | Las vacunas salvan vidas y la única tierra plana que venero pertenece a Terry Pratchett.