«My Octopus Teacher», en inglés, es un documental de naturaleza de 85 minutos dirigido por Pippa Ehrlich y James Reed, que cuenta la relación entre el documentalista sudafricano Craig Foster y un pulpo hembra de la especie Octopus vulgaris. Se estrenó en septiembre de 2020 para la plataforma Netflix y, hasta la fecha, ha ganado catorce premios, entre ellos un Óscar al mejor documental en 2021.
La historia ocurrió en realidad en 2010 en Bahía Falsa, al sur de África. El protagonista, el cineasta Craig Foster, estaba pasando por un mal momento de su vida. Saturado por el trabajo y enfermizo se apartó de la gente para buscar un poco de paz. La encontró buceando a pulmón, sin neopreno ni botella de oxígeno, en las aguas frías del Atlántico. Fue allí donde se topó con algo extraño: un pulpo que se guarecía «hecho una bola» tras decenas de conchas vacías, a modo de caparazón, que utilizaba como escudo para protegerse. El comportamiento del cefalópodo durante su escape avivó su interés hasta el punto de decidir regresar todos los días al lugar para ver qué podía encontrarse. A veces solo, otras veces acompañado del cámara Roger Horrocks, siguió las andanzas de este animal durante aproximadamente el 80% de su vida —de entre uno a dos años para esta especie—.
En medio de un bosque de algas repleto de grietas en las que se esconden tiburones pijama y tiburones gato —depredadores de cefalópodos—, comienza un aprendizaje de vida: curioso, triste, feliz, de tensión, de relax, de asombro… Aunque, de forma puntual, se den datos biológicos sobre los pulpos, el documental no tiene como objetivo principal mostrar el ciclo de la especie. Se centra en el comportamiento, en la relación entre un hombre curioso y una hembra de pulpo curiosa, dos inteligencias pertenecientes a mundos diferentes, en la que quien se lleva la mayor lección es el hombre. Mientras le muestra su mundo, la hembra de pulpo se familiariza con la cámara y con él, con su piel. Deja de verlo como una amenaza, le sigue, y él es capaz de ver, en directo y al natural, acciones tan fascinantes como la resolución de problemas ante situaciones a las que no se había enfrentado nunca antes. Y sin que nadie se lo enseñe, pues estos pulpos son animales solitarios hasta el momento del apareamiento.

Craig, mientras tanto, se debate entre el dilema de interferir o no interferir en lo que ve y la relación, que se va consolidando, influye en sus emociones y en su día a día, volviéndose obsesiva. Sin embargo, y de forma paralela, el documentalista vuelve a recuperar su pasión por las grabaciones, a acercarse a su familia y a la gente y hasta lleva a su hijo a conocer al pulpo.
Sin ánimo de dar detalles, por no hacer spoiler, se pueden sacar varias lecturas —aprendizajes— de este documental. No solo lo que Craig Foster se lleva consigo en su superación personal, sino para el público en general. Esto sí es importante destacarlo: nos enseña a conectar con la naturaleza, a darnos cuenta de que somos parte de ella y no meros visitantes. Y a que hay que comprender y asumir que ciertos aspectos de la vida son inevitables. No por ello es menos hermosa.

Doctoranda en Biología, editora y escritora cuando la vida me deja. | Las vacunas salvan vidas y la única tierra plana que venero pertenece a Terry Pratchett.