La misión Mars 2020 de la NASA ha conseguido que avivemos nuestra ilusión por pisar algún día el planeta rojo tras la llegada del rover Perseverance a la superficie de Marte. Pero este planeta ya estaba en la mente de científicos, ingenieros y soñadores desde hace décadas, y así lo cuentan en este documental de 97 minutos disponible en Netflix.
Los protagonistas del título son un conjunto de adolescentes que realizan una estadía en el campamento espacial de la NASA dentro de un programa que lleva el mismo nombre. A falta de niños, no hay mejor perfil para transmitir emociones sobre el futuro. A ellos les acompaña la experiencia del astrofísico y divulgador Neil deGrasse Tyson, el ingeniero y educador Bill Nye («the Science Guy») y el físico teórico Michio Kaku quienes aportarán información sobre el pasado y una perspectiva más sosegada de la situación.
En la parte más actual tenemos a jóvenes astronautas que simulan una misión a Marte, que aprenden, en mayor o menor medida, a manejar una nave y a hacer frente a las adversidades; a jóvenes controladores de vuelo, ingenieros y mecánicos que, ajustándose a un presupuesto, diseñan cohetes y un aislamiento térmico capaz de preservar la integridad de su huevonauta; que programan un rover de exploración capaz de moverse y levantar objetos o un rústico traje espacial para mantener seca una manzana. Al final, deberán comunicar sus éxitos y fracasos en una rueda de prensa muy profesional, atril y fondo incluidos. Siempre sin olvidar la parte teórica en la que vuelven a ser estudiantes de historia y repasan los requisitos y las pautas de entrenamiento para llegar a ser astronautas.
En la parte histórica los tres adultos hacen un repaso desde la fundación de la NASA en 1958: las luces y sombras de la creación del programa espacial que se desarrolló rápidamente durante la carrera espacial y que parecía haberse estancado con la llegada del hombre a la luna y más tarde con el transbordador y el mantenimiento de la estación espacial internacional. Una historia ligada a los presidentes de Estados Unidos y a las oscilaciones económicas que solo permitían pisar Marte en las películas, series y libros de ciencia ficción, a pesar de tener un plan. Nada que no cuenten otros documentales en los que se habla mucho de la Tierra o de su satélite y poco de Marte. La novedad viene al mencionar empresas privadas como Boeing o Space X, que con sus descubrimientos están ayudando a impulsar, no solo los programas, sino el interés de la gente corriente —digamos, no considerada «friki del tema»— que desconoce la gran cantidad de tecnología desarrollada por estos programas que ha servido para mejorar su vida cotidiana, generando con ello más dinero del que se «lleva».
En general el documental parece más un anuncio alargado del campamento espacial de la NASA con contexto histórico. Bien para pasar la tarde pero no para atesorar en una balda. De ser así ha cumplido su objetivo porque ya me he descubierto tecleando en búsqueda de un campamento similar para adultos —¡existe!—. Consigue transmitir esa emoción y esas ganas de poder ver en vida, a través de una pantalla, la llegada de nuestros primeros colonos a Marte. ¿Se conseguirá como prometen para la década de 2030? Ojalá. Pero me inunda tanto la esperanza como la congoja solo de pensar que alguno de esos adolescentes vaya a pisar Marte… para no volver.


Doctoranda en Biología, editora y escritora cuando la vida me deja. | Las vacunas salvan vidas y la única tierra plana que venero pertenece a Terry Pratchett.