HEREDARÁS EL VIENTO, Stanley Kramer (1960)

Heredarás el viento o La herencia del viento en según qué país. En cualquier caso «Inherit the Wind» en su versión original. Se trata de una adaptación al cine de una obra de teatro basada en hechos reales. El acontecimiento que se representa tuvo lugar el 5 de mayo de 1925 en un pueblo del estado de Tennessee, en Estados Unidos. Un profesor fue acusado de enseñar a sus alumnos la teoría de la evolución de Darwin, prohibida por la ley del estado, dando lugar a una batalla judicial entre creacionismo y evolucionismo. Históricamente se conoce como «El juicio del Mono».

Tras la obra de teatro de 1955 se hicieron cuatro versiones de largometraje para cine y televisión en los años 1960, 1965, 1988 (con el recién fallecido Kirk Douglas) y la última en 1999. Comparando versiones, la sucesión de escenas e incluso el guión es similar con pequeños cambios, sobre todo en los personajes. Los actores transmiten también de forma diferente. La película que se reseña aquí pertenece a la versión original de 1960, en blanco y negro, dirigida por Stanley Kramer y nominada a cuatro premios Óscar al mejor actor, mejor guión adaptado, mejor fotografía y mejor montaje. Merecidas, sin duda, porque estamos ante uno de los clásicos en materia de ciencia.

La película arranca con la detención del profesor —un profesor de educación física que estaba haciendo una sustitución—, pero pronto queda en segundo plano porque la verdadera batalla tiene lugar entre el abogado de la defensa (nominación al mejor actor) y el de la acusación. Ninguno mantiene los nombres reales, ni falta que hace, porque lo que de verdad está en juego son las creencias por siglos de la humanidad frente a las pruebas de la ciencia. Y no es un juego limpio. Ante las protestas, con la ley en la mano, el juez desestima el empleo del libro de El origen de las especies y el testimonio de reputados científicos versados en la materia. Con lo que el abogado de la defensa solo dispone de la Biblia para hacer su trabajo en un juicio que tiene dictado el veredicto desde el principio. Él lo sabe y lo compensa con astucia y un humor muy fino, de esos que ya no se estilan (nominación al mejor guión adaptado). Y es que: «El fanatismo y la ignorancia siempre están ocupados y necesitan alimentarse».

Como momentos estrella de la película destacaría una conversación privada entre ambos abogados, antiguos conocidos, antiguos amigos, en la que el abogado de la defensa cuenta la historia del caballito dorado, una metáfora sobre que no es oro todo lo que reluce adaptada a la religión; también los argumentos con los que el juez rechaza la intervención de los seis científicos, pues estos son la base de todo el problema: «no negamos la existencia de esas ciencias pero por el momento no se relacionan con la ley». De esto sacamos una enseñanza: «Una mala ley, como el cólera, destruye todo lo que toca. A sus protectores tanto como a sus ofensores». Entre estos momentos estrella los hay también cómicos, pero desde la tristeza que provoca el ignorante que se niega a conocer. En un momento dado el abogado de la defensa llama al abogado de la acusación al estrado, como hecho inusual en un juicio, y se descubren los distintos puntos de vista respecto a la creación de la tierra, el origen del hombre y las capacidades cognitivas del mismo. El debate no tiene desperdicio.

Sin ánimo de desvelar el final —aunque no sería spoiler, sino historia—, una vez acabado el juicio continúa habiendo guiños ciencia-religión hasta en las situaciones más esporádicas: la Biblia posada sobre El origen de las especies. Hasta ese punto están cuidados los detalles.

Para ver la película a gusto es importante que el tema interese al espectador desde un principio. Existen altibajos pero no acción. Todo se basa en discusiones y monólogos que rozan la filosofía y que terminan destapando la fragilidad humana. Si se cumple el requisito puede llegar a hipnotizar. Sin duda recomiendo esta película en las clases, en los círculos de debate y para rumiar en solitario. No pretende desmerecer la religión y sus enseñanzas de amor al prójimo, sino valorar el derecho y la capacidad de pensamiento del hombre. Siempre que estos debates se lleven a cabo con la mente abierta y desde el respeto pueden resultar muy productivos. Solo una advertencia: «El que busca problemas en su casa heredará el viento».

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