Tras reseñar el libro de Astronáutica, de Carlos Pazos, aquí estoy de nuevo para encontrarme con el personaje de Valentina en Genética, del mismo autor. Hoy Valentina quiere presentarnos a su perro Mendel —«Encantada, señor perro»— y explicarnos el misterio de la diferencia del color de su pelo respecto al de sus hermanos. La clave para entenderlo está los genes. ¿Pero qué es eso?
Como toda buena explicación necesita de un contexto, comienza ampliando una parte de su cuerpo hasta encontrar las células que lo forman. Las células tienen un núcleo y ese núcleo ¡tiene ojos! —El investigador pega un bote en su asiento y se clava el ocular del microscopio en el párpado—. Dentro del núcleo se encuentra el ADN formado por más elementos aparte de genes. El autor podría haberse quedado ahí, hablar de los cromosomas y comenzar a explicar la herencia mendeliana de forma más superficial. Pero no, ahonda hasta intimidades más profundas del ADN y aquí es cuando una se empieza a emocionar: bases nitrogenadas y las parejas que forman (¡con los nombres!), la diferencia con el ARN mensajero, aminoácidos, proteínas —que incluyese los ribosomas hubiese sido quizás excesivo— y ahora sí, los cromosomas.

Nunca pensé encontrar las palabras «cromatina», «cinetocoro» o «citocinesis» en un libro infantil. Pero ahí están ¿por qué no? No hay que asustarse, las ilustraciones son lo suficientemente explícitas para entenderlo todo a la perfección. Si no las muestro todas es por respeto a los derechos de autor, porque ganas no faltan, son de mural de sala de espera. El libro muestra después la mitosis, un proceso mediante el cual el ADN se duplica y se reparte y que precede a la división celular, con lo que se forma una nueva célula. Es de agradecer que los ojos desaparezcan durante este proceso y no veamos a nuestro amigo el núcleo «partirse por la mitad».
Toca hablar de la herencia y para ello Valentina se remonta a hablar los abuelos de Mendel para introducir los genes dominantes y recesivos —en esta ilustración existe un momento de confusión al compararse el núcleo (con pestañas) de la abuela con la célula con ojos (y no el núcleo), que es el espermatozoide del abuelo. Pero mostrar al espermatozoide tragándose los ojos hubiese sido espeluznante y lo primero es la salud mental, bien hecho de nuevo—. A los abuelos pronto se unirá toda la familia y por fin descubriremos ese misterio que solo se puede descifrar con el libro entre las manos.

En general este volumen contiene más tecnicismos que el de Astronáutica y en cierto modo es más complejo o más completo, según se mire. La edad recomendada se sitúa entre los 4-8 años, pero yo tengo la corazonada de que se trata de una tapadera —«¡Un complot! Sí, señor»— y que en realidad va dirigido a alumnos de bachiller que buscan desesperados una chuleta elegante para aprenderse las fases de la mitosis. Cómo va a sospechar el profesor que algo tan inocente como un libro infantil contiene las respuestas del examen. ¡Es una locura! Y si eres alumno y estás leyendo esto, ve espabilando, porque con los libros de «Futuros genios» la generación de los más pequeños va pisando fuerte.

Doctoranda en Biología, editora y escritora cuando la vida me deja. | Las vacunas salvan vidas y la única tierra plana que venero pertenece a Terry Pratchett.