El calor, el estrés o los trastornos psiquiátricos son algunas de las causas que pueden alterar el ritmo circadiano, privándonos del sueño y deteriorando con ello nuestra salud. Sabemos que el insomnio llevado hasta el extremo resulta mortal y es importante atajarlo cuanto antes. Pero existe un tipo de insomnio que se da en personas sin problemas del que no se puede escapar ni con somníferos, dictado por la genética desde el mismo momento de la concepción. Y no tiene cura.
El primer caso registrado en el País Vasco data de febrero de 1985 en el hospital de Cruces de Barakaldo, supervisado por el Dr. Juan José Zarranz Imirizaldu, jefe del servicio de Neurología desde 1987, aunque la enfermedad como tal fue descrita un año después por el neurólogo italiano Elio Lugaresi. Se trataba de un varón de 54 años que sufría alteraciones de memoria, movimientos musculares involuntarios e incapacidad para conciliar el sueño. En 1990 un segundo paciente, varón de 38 años, presentaba además un trastorno de equilibrio que le impedía caminar con normalidad. A medida que progresa la enfermedad el insomnio se vuelve más severo y los problemas de concentración y el cansancio dan paso a las alucinaciones, a las fobias y a los ataques de pánico recurrentes con un progresivo deterioro de las funciones vitales. Finalmente la persona es incapaz de alcanzar la fase profunda del sueño o reparadora entrando en un estado de demencia que lo llevará al coma hasta su fallecimiento.
Conocido como Insomnio Letal Familiar (ILF) o Insomnio Familiar Fatal (IFF), se trata de una enfermedad rara perteneciente al grupo de Encefalopatías Espongiformes Transmisibles Humanas (EETH). Estas enfermedades afectan al sistema nervioso central provocando graves pérdidas neuronales, dando así al cerebro la apariencia de una esponja al microscopio en los estados más avanzados. En el caso del Insomnio Letal Familiar, el mal se debe a una pequeña mutación de un par de bases en el gen PRNP, denominado proteína priónica, localizado en el brazo corto del cromosoma 20 (20p13); el mismo gen implicado en la Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob de la que se dice que su variante en humanos (vECJ) tiene relación con el mal de las vacas locas. Dentro del gen la mutación se produce en el codón 178 (D178N-129M) de manera que el aminoácido resultante ya no es ácido aspártico sino asparagina. Este cambio genera una modificación en la estructura de la proteína prión que actúa en el tálamo situado en el centro del cerebro. Cuando un prión deformado entra en contacto con uno normal lo obliga a modificarse multiplicando así su número y ensamblándose en una estructura de mayor tamaño. Como consecuencia de este proceso el tálamo de las personas que padecen esta enfermedad se ve dañado con una pérdida celular de hasta un 85-95% en el momento de su muerte.
Debido a que el tálamo está implicado en procesos sensitivo-motores y psicofuncionales superiores como la memoria, la atención, la emoción, el lenguaje y la función ejecutiva, los síntomas de las personas afectadas difieren entre sí, al igual que la intensidad y duración de la enfermedad. Tras los primeros indicios la esperanza de vida es de seis meses a dos años. Suele manifestarse en la edad adulta entorno a los cincuenta años, aunque se han descrito casos en pacientes en la veintena y otros que superaban los setenta. Por lo que la probabilidad de que la mutación haya pasado a la descendencia antes de tener conocimiento de ella es muy elevada. Al tratarse de una enfermedad autosómica dominante, basta con que uno de los progenitores porte el gen mutado para que el hijo tenga un 50% de posibilidades de heredarlo y padecer por tanto la enfermedad, independientemente del sexo.
A pesar de su dominancia, la incidencia del Insomnio Letal Familiar es muy baja. Afecta a menos de cuarenta familias en todo el mundo en una distribución desigual: la mitad de los casos se registran en España. De los 68 casos diagnosticados entre los años 1993 y 2015 en la península ibérica, 28 corresponden al País Vasco y 3 a Navarra, siendo Álava la provincia más afectada por el mal. El motivo de esta concentración podría tener explicación en un efecto fundador, donde un antepasado común sufriría la mutación del gen que conseguiría transmitirse con éxito a la descendencia a través de los siglos; mantenida por el aislamiento genético-geográfico y la fuerte endogamia de la región. Esta posibilidad fue analizada en la tesis de la bióloga Ana Belén Rodríguez presentada en 2008 por la Universidad del País Vasco. Tras investigar la genealogía obtuvo como resultado dos grandes pedigríes que se remontan hasta los siglos XVI y XVII. Según estos datos la mutación tendría su origen en el Condado de Treviño y generaciones posteriores se trasladarían a Álava, pasando después a vivir en Bizkaia y Gipuzkoa. Sin embargo las limitaciones presentes en la búsqueda de los archivos parroquiales y el desconocimiento de la enfermedad no han permitido encontrar el ancestro común de ambos grupos.
Las estimas sugieren que hace más de 2000 años se dieron tres eventos de mutación independientes entre el suroeste de Francia y el norte de España. Estudios realizados a partir del ADN mitocondrial apoyan la hipótesis de que durante el último periodo glaciar la región comprendida entre Cantabria y Francia habría sido utilizada como refugio para nuestra especie, por lo que estos eventos de mutación se habrían producido después de la recolonización de Europa en diferentes asentamientos. Esto explicaría la existencia de la otra variante de la mutación que provoca el insomnio letal y que se concentra, aunque en menor medida, en Alemania, y que también se ha extendido por el mundo.
Cuesta trabajo pensar en la cantidad de generaciones que a través de los siglos sucumbieron a la muerte por no poder dormir, acusados de estar poseídos por demonios y recluidos en prisiones y manicomios. Hoy no se puede hacer mucho más que poner un nombre a su estado y realizar pruebas a aquellos familiares que deseen conocer si van a padecer o no la enfermedad; ya que de poseer la mutación sólo la decisión personal de no tener hijos detendría su propagación. O no. Las mutaciones no son cosa del pasado, al igual que el hipotético ancestro común alguien tiene que contraerlas primero. En la actualidad se han diagnosticado 8 casos de Insomnio Letal Esporádico en el mundo, sin antecedentes familiares ni causas conocidas. Una enfermedad extremadamente rara que ocurre al azar. La única esperanza radica en encontrar un tratamiento que por lo pronto, dicen, se hará esperar entre diez a veinte años. Y es que como viene siendo común en la investigación de las enfermedades raras, económicamente su financiación no compensa. Una decisión inquietante sabiendo que, visto lo visto, le puede tocar a cualquiera.
REFERENCIAS
AVISO: Este artículo lo publiqué por primera vez el 25/08/2016 en nacionvasca.eus
Los datos para la realización del mapa han sido proporcionados por el Instituto de Salud Carlos III, Registro de Encefalopatías Espongiformes Humanas, a fecha de Agosto 2016.
Imágen destacada de Gerd Altmann en Pixabay

Doctoranda en Biología, editora y escritora cuando la vida me deja. | Las vacunas salvan vidas y la única tierra plana que venero pertenece a Terry Pratchett.
Gran aporte para tu blog, me gustó y entendí muy bien, gracias por escribir cosas que realmente
se puede leer.