Bolonia, 19 de junio de 1999. Europa se sienta a la mesa para probar la nueva receta que dará luz verde a la creación del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). Con mano firme se lleva la cuchara a la boca. Los ministros de educación contienen el aliento haciendo un repaso mental de todos los ingredientes, por si faltase alguno: una mezcla de colaboración, unificación de títulos, promoción de la movilidad e incremento de la competitividad que huele a globalización. Unos segundos después Europa sonríe y felicita a los cocineros. Ese día se firma la Declaración de Bolonia, el inicio de un proceso que tardará en ponerse en marcha en las distintas universidades y que hoy ya funciona casi a pleno rendimiento.
En el estado español, aquel acuerdo suponía una profunda reforma en la estructura y organización de las enseñanzas universitarias. Este echó raíces tras la aprobación de la Ley Orgánica 4/2007, de 12 de abril, por la que se establecían tres ciclos: Grado, Máster y Doctorado. Aquí empezó la magia del chef ejecutivo, que tenía por misión estandarizar las Diplomaturas de tres años y las Licenciaturas de cinco a un modelo de Grado de cuatro años. Probó a diluir las primeras con un poco de la salsa importada y descubrió que daba resultado. Inspirado dio vueltas al plato de las Licenciaturas, se rascó la cabeza y con el cuchillo eliminó alguna que otra asignatura. Tras tratar de modificar un poco por aquí y seccionar un poco por allá, dejó por imposibles Medicina, Veterinaria y Arquitectura. Las demás las enrolló en láminas a modo de canelones y para evitar que la información escapase, selló los extremos de cada cilindro hasta convertirlos en un engendro de raviolis, listos para explotar en el cerebro de los estudiantes. Tiempo después el chef se arrepintió, y apurado empezó a ofertar Grados de tres años para el curso 2016-2017 sin que hubiesen sido aprobados por el Ministerio. En cuanto a los Grados provenientes de las Licenciaturas… Hagamos una pausa dramática y pasemos directamente al tema de la investigación.
La ola del «Plan Bolonia» alcanzó también los Másteres, cursos de especialización de uno a dos años que te conceden el pasaporte indispensable para ser admitido en el tercer ciclo, el del Doctorado. Y que por tanto ofrecen un surtido de precios exóticos. Tan grande parecía esa ola que los Doctorados no podían salvarse de la salpicadura. Llegó con el nombre de Real Decreto 99/2011, de 28 de enero. En la Universidad del País Vasco este decreto comenzó a aplicarse en el curso 2014-2015, trayendo consigo un incremento importante en el precio de la matrícula. Los alumnos de primer año pasaron de pagar 70,71 euros (43,37 euros los siguientes al restar el importe de la apertura de expediente) a 270,71 euros (243,37 euros los siguientes años) en un doctorado a tiempo completo. Ese incremento de 200 euros, 120 euros para la modalidad a tiempo parcial, se debe a la creación, por recomendación europea, de una Escuela de Doctorado encargada de la formación y seguimiento de los doctorandos.
El doctorando es una persona que desarrolla un trabajo original de investigación que le dará acceso a ese mundo, por lo que aunque no asista a clases, de vez en cuando necesita realizar un curso específico que le ayude a avanzar con su tesis. El problema es que la Escuela de Doctorado solo ofrece formación transversal o formación específica del programa de doctorado, no de la tesis en sí; formación que no siempre es gratuita. El investigador en formación seguirá realizando los mismos cursos que necesitaba antes de la aparición del nuevo modelo y para cubrir el mínimo que este exige a través de la Escuela, deberá hacer equilibrios con el horario, favoreciendo la elección de cursos al azar, lo que se traduce en una gran pérdida de tiempo.
El tiempo es otro factor que también corre en contra del doctorando. El Real Decreto 99/2011 establece un periodo máximo de tres años (3+1+1) a tiempo completo y cinco (5+2+1) a tiempo parcial desde la formalización de la matrícula hasta el depósito de la tesis, con posibilidad de prórroga en circunstancias excepcionales, previa evaluación de la comisión académica. Un límite de tiempo surrealista para aquellos doctorados que contemplen procesos biológicos o fenómenos difícilmente manipulables, cuya obtención de datos se extienda en el tiempo. A lo que habría que sumarle el procesamiento de esos datos, la escritura de la tesis, la realización de cursos propios más los obligados por la Escuela de Doctorado y tareas ajenas a la investigación y formación que a menudo encasquetan a los becarios. Para mayor inri, esta cuenta atrás no contempla las vacaciones, «las bajas por enfermedad, embarazo (aquí ha ido cambiando un poco) o cualquier otra causa prevista por la normativa vigente», pudiendo sin embargo solicitar la baja temporal del programa. El doctorado en sí no está ligado a la seguridad social a no ser que se cuenten con becas, cada vez más escasas, que además contemplen esta opción.
El Gobierno Vasco fijó estos precios públicos de tutela académica atendiendo al RD 99/2011, y aunque la UPV/EHU no es de las más caras en aplicar este tipo de tasas (ver gráficas), uno se pregunta por qué habrían de pagarlas también aquellos doctorandos que pertenezcan a un grupo de investigación privado. En planes antiguos, y aunque sí se matriculaban, los estudiantes de empresas privadas podían no pisar la universidad hasta la defensa de la tesis doctoral (actualmente 156,28 euros), que una vez superada les concedería el título de doctor por un módico precio de 235,76 euros. Ahora deben desplazarse para completar su formación con la Universidad del País Vasco.
Los estudiantes de programas regulados por el RD 1393/2007 con inscripción posterior al 11 de febrero de 2011 tendrán de plazo para depositar la tesis hasta el 31 de mayo de 2017 y como límite para su defensa hasta el 30 de septiembre. Los que no se vean capaces de cumplir el plazo deberán pasarse al nuevo plan, por lo que este curso 2016-2017 será el último para la modalidad antigua. A partir de entonces el «Plan Bolonia» se habrá adueñado de todos los ciclos universitarios, Europa se frotará las manos y los doctorandos tragarán amargamente la salsa preguntándose por qué tienen la sensación de que algo no está bien.
Porque en el fondo no es cuestión de dinero. Estamos dispuestos a pagar por el progreso siempre y cuando el precio esté justificado.
Publicado por primera vez el 3 de noviembe de 2016 en nacionvasca
Imagen: actualidad.titulate

Doctoranda en Biología, editora y escritora cuando la vida me deja. | Las vacunas salvan vidas y la única tierra plana que venero pertenece a Terry Pratchett.